Microorganismos ligados a ranas tropicales pueden combatir un hongo que echa a perder la comida, afirma el ingeniero agrónomo Mario Serrano.
La UNAM encontró un posible aliado en las bacterias que viven en la epidermis de ciertos anfibios que ayudarán a cultivar más y mejores alimentos.
Algunos de esos microorganismos presentes en el microbioma de la piel de ranas tropicales tienen la capacidad para combatir el Botrytis cinerea, un hongo patógeno ‘que echa a perder nuestros alimentos’, explica Mario Serrano, ingeniero agrónomo y doctor en Ciencias, e investigador del Centro de Ciencias Genómicas (CCG) de la UNAM.
“En mi grupo de trabajo, desde hace ya varios años, estamos tratando de encontrar alternativas ecológicas. Porque el agricultor o el productor lo que hace es aplicar fungicidas, aplicar agroquímicos; no es lo ideal porque afectan tanto la salud humana, afectan al medioambiente y, peor aún, ya hay muchos de estos patógenos que son resistentes”, expuso en entrevista telefónica.
Los investigadores del CCG corroboraron la propiedad antifúngica de ciertas bacterias en la piel de anfibios, sobre lo cual ya publicaron un artículo en la revista ‘Frontiers in Plant Science’, a partir de la colaboración con la ecóloga microbiana Eria Rebollar, estudiosa del microbioma en la piel de ranas afectadas por la infección del hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd), que es parecido al mencionado fitopatógeno Botrytis cinerea.
“De su colección de 230 bacterias, encontramos tres candidatos con efecto antagónico contra este hongo. Luego hicimos algunas pruebas en el invernadero con una planta modelo que se utiliza mucho en el laboratorio que se llama Arabidopsis thaliana; la inoculamos con cada bacteria durante cuatro semanas, y posteriormente la infectamos con el hongo”, narró Yordan Romero, biólogo y maestro en Ciencias Biológicas.
“Quisimos ver la reacción de la planta que tenía la bacteria, y luego qué pasaba cuando llegaba el hongo, y vimos que había una disminución de la infección producida por este hongo”, resalta el también investigador del CCG. “La bacteria estaba activando sistemas de defensa vegetal, ayudando a la planta a protegerse”.
Además de esto, que es uno de los principales resultados tras cuatro años de trabajo doctoral de Romero, encontraron que tales bacterias procedentes de los anfibios también pueden fomentar el crecimiento de las plantas. Algo que ya dieron a conocer con otro artículo publicado en la revista Plant Molecular Biology.
“Lo que hizo Yordan fue evaluar si estas bacterias tienen un efecto que se le llama bioestimulante. Y, afortunadamente, nos dimos la gran y agradable sorpresa de que sí, efectivamente estas bacterias, además de proteger en contra del hongo patógeno, también hacían crecer a las plantas. No solamente a los modelos de Arabidopsis thaliana, sino también a otras plantas como el jitomate”, describe Serrano, con evidente entusiasmo ante el hallazgo.
“Había un incremento mayor en el tamaño del fruto; son más grandes los frutos cuando está la bacteria. Entonces, se propone esta alternativa contra los fertilizantes y los fungicidas químicos”, refrenda Romero, enlistando algunos cultivos que podrían beneficiarse: limones, arándanos, fresas y jalapeños.
Pese a la emoción por lo que desde ya se aprecia como un potencial bioproducto que contribuya a resolver el referido desafío de mejorar la producción de alimentos, ambos investigadores del CCG señalan que todavía es necesario realizar pruebas importantes para verificar, por ejemplo, que consumir las frutas y vegetales cultivados de esta forma sea seguro.
“No podemos ahorita ser irresponsables y decir: ‘Ya, aquí está un producto que tenemos, que protege a las plantas y que las hace crecer más’, y soltarlo al mercado. Pues no, no se puede hacer así”, subrayó Serrano.
Fuente: SIPSE